sábado, 7 de noviembre de 2009

Domine, Iesu Christe, Rex gloriæ, libera animas omnium fidelium defunctorum de poenis inferni et de profundo lacu.



Hoy he muerto y mi cuerpo yace en esta sencilla mortaja.
Las vecinas del barrio me llenan de sus flores,
flores que han cortado pensando en mi recuerdo
y acompañan mis restos en un profundo silencio.
Hoy he muerto y mis manos se han rendido
Fueron durante tanto tiempo mi único sustento
Con ellas conseguía mi diario alimento
Con sencillo sacrificio que me hacía un hombre bueno.
Ya nunca más caminaré por tus calles,
ofreciendo mis servicios de humilde campesino,
quemando mis miserias en ese sol de enero
o abrigando mis soledades en aquel terrible invierno.
Mis ojos de minero se irán de vuestro lado,
cerrándose por siempre en un descanso eterno,
plácido, merecido, desean mis amigos
que no quieren olvidarse de mis cantos serenos.

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